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Todas aquellas personas que creemos en la educación somos afortunadas. Lo
somos porque cada idea, cada proyecto y cada ilusión de nuestros docentes deja una
huella imborrable en nuestros alumnos y alumnas. Lo somos porque sabemos que con
cada pequeño grano de arena podemos cambiar todo. Y no me cabe duda de que así
ocurre con el proyecto de lecto-escritura del C.E.I.P. Zenobia Camprubí de Mo-
guer, vuestro proyecto.
No había tenido la oportunidad de conocer este proyecto hasta que, como Con-
sejera de Educación, tuvimos que decidir, de entre muchos proyectos de gran calidad,
cuáles galardonar con el premio Antonio Domínguez Ortiz como reconocimiento a
WPC OCIPs¿EC RThEVKEC FQEGPVG SWG OhU CNNh FG HQOGPVCT NCU EQORGVGPEKCU EQOWPK-
cativo-lingüísticas del alumnado, se ha convertido en un proyecto colaborativo y en un
aprendizaje vivenciado del que ya es parte toda la Comunidad Educativa.
Escribir este prólogo evoca muchas emociones de mi niñez y adolescencia, no
sólo porque con ello me permitís formar parte de vuestro proyecto y de una Comunidad
Educativa de la que, de algún modo, ya me sentí parte una vez, sino porque el tema
elegido este año también despierta en mí recuerdos, sentimientos adormecidos y, sobre
todo, sensaciones: luces, colores, juegos, olores, risas de niños, sombras, pinares, are-
na, …mar. Paisajes que ya pertenecen a nuestra vida, que están ahí, inamovibles,
hasta que la parte más cruel de la naturaleza vierte toda su ira y sólo nos permite que-
darnos con eso precisamente: los recuerdos, desgarrándonos el corazón al arrancarnos
algo nuestro, un pedacito de nuestra vida.
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